Una de las quejas de muchos padres de adolescentes se refiere a que sus hijos no son capaces de controlar sus impulsos. En no pocas ocasiones los adolescentes adoptan conductas irreflexivas y vehementes que sacan de sus casillas a los atribulados padres.
El test de la golosina
W. Misehel, investigador de la Universidad de Stanford, llevó a cabo un singular experimento en los años sesenta con niños preescolares. Muchos de ustedes lo habrán visto en documentales o en la prensa, consistía en que el niño era situado en una habitación con un experimentador, al cabo de un rato el experimentador desaparecía y dejaba una golosina delante del niño. Se proponía a los niños que si no comían la golosina, cuando el experimentador volviera se le daría otra golosina más.
Aproximadamente un 33% de los niños no esperaban la vuelta del adulto y cogían la golosina. Los dos tercios restantes, sin embargo, aguantaron las ganas de echar mano del suculento manjar y si esperaron el regreso del investigador.
Durante el tiempo en que permanecieron expectantes los niños mantuvieron todo tipo de comportamientos, desde no mirar para la golosina, cantar, rascarse, acostarse, etc. Un ejemplo de este experimento pueden verlo aquí:
https://www.youtube.com/watch?v=IQzM8jRpoh4
Misehel llevó a cabo lo que se conoce en psicología como una investigación longitudinal, es decir trató de comprobar que pasaría en la trayectoria de estos niños unos años después, en su adolescencia. Él creía que aquellos niños que habían demorado la gratificación serían niños mejor adaptados. El autocontrol que habían mostrado al aguantar sin comer la golosina podría ser un buen predictor de conductas positivas en el futuro.
Como Misehel había pensado los niños que esperaron al experimentador y por lo tanto no se comieron la golosina evidenciaron, en su adolescencia, una mayor competencia social, superior confianza en sí mismos, mejor adaptación y mayor tolerancia a la frustración.
Los niños que sin embargo habían sucumbido a la tentación presentaban un perfil psicológico más problemático, más pendencieros, desconfiados, menos adaptados socialmente y temerosos.
El autocontrol en la demora de la recompensa parece ser un elemento determinante en el comportamiento de los niños y adolescentes.
¿Y qué hago si mi hijo se comió la golosina?
La buena noticia es que se puede enseñar al adolescente a ejercer control sobre sus impulsos. Las siguientes sugerencias le ayudarán a conseguirlo:
- Establezca normas claras y bien definidas en temas como: organización del estudio, aseo personal, convivencia, horas de ocio, uso del ordenador y móvil, etc.
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Tome 10/15 minutos diarios para hablar con su hijo y preguntarle sobre los temas que a él le interesan.
Pase lo que pase o diga lo que diga, no eleve la voz, no se altere, mantenga la calma. Si usted no se controla no pida que lo haga su hijo. - Mensualmente haga una visita a su tutor del colegio. Anote y ponga en práctica los consejos que le den.
- No afirme ni niegue tajantemente nada. Usted tiene la autoridad pero no la verdad sobre todo.
- Practique la escucha activa. Deje que su hijo le cuente su versión antes de tomar una decisión.
- Emplee un lenguaje positivo. Minimizar o ridiculizar los comportamientos, hiere.
- Sea su ejemplo. Los adolescentes lo imitan todo, si usted muestra serenidad el chico responderá con calma.
Autor: J. Montoto
Soy padre inconformista, doctor en psicología, orientador en institutos y paciente ciudadano. Este blog lo escribe el profesor MONTI, es decir, mi otro yo. Así que, padres, madres, hijos, hijas, abuelos y abuelas, como diría Rafael Guerra (Guerrita): “va por ustedes”
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http://www.agritos.com/control-impulsos-adolescencia/